viernes, 22 de febrero de 2008

Saber escuchar es el mejor remedio contra la soledad.

“Vamos a ver cuán jóvenes podemos llegar a ser”

Una frase que parpadea en mi mente desde hace unos días. La causante de ello una eterna estudiante, como se autodenominó. Posiblemente no sepa que escribo unos humildes párrafos sobre su persona, posiblemente no sepa lo mucho que significo esa frase para mí, posiblemente sus años impidan acordarse de la situación vivida, posiblemente para ella caiga en el olvido. A pesar de ello ocupara un momento en mi recuerdo, y unas páginas en mi rincón.

Unas palabrillas serán el legado que puedo ofrecerle a cambio de una reflexión. Exactamente de ello es de lo que quiero escribir algo. Dar un rendido homenaje a todas aquellas personas que crean en mí un momento de reflexión, por pequeño que sea.

Soy de los que piensan que el saber, el pensar, el reflexionar no ocupa lugar. Creo que estamos en una época individualista, la gente no habla entre sí, no conocemos nada del que tenemos a nuestra izquierda. Por ello cada vez que alguien rompe las reglas establecidas y se salta todo aquellos tabúes sociales y te cuenta su vida, o te muestra un tema por libre altruismo, me parece obligado pensar en él por unos pequeños momentos.

Siempre he pensado que sería magnífico poder hablar con la gente por la calle, en el autobús o en la cola del pan. Cada vez que veo un abuelo sentado en la plaza de La fuente de las Batallas, no veo simplemente un abuelo, veo una historia por conocer, veo una vida llena de experiencias que contar, veo una conversación con la que enriquecerme. Se nos está olvidando que si dejamos a un lado el sentido del ridículo podríamos aprender un montón de vivencias que de otra manera no se nos presentarán a la mano.

Por desgracia esta conversación espontanea no está bien vista socialmente, no es la primera vez que alguien te mira con mala cara simplemente por pedir fuego, o por preguntarle la hora. Sencillamente por el hecho de acercarme a un viandante para pedir la hora o preguntar por el nombre de una calle he visto reacciones propias de un esquizofrénico. La sociedad inculca desde pequeño que el desconocido es una fuente inagotable de problemas, sin embargo no te hablan de que, por supuesto con cuidado, puede ser una fuente inagotable de vivencias. La gente anda por la calle con miedo a que se le acerquen, agarran sus bolsos y sus maletines con fuerza sobrehumana, andamos diariamente en soledad teniendo millones de personas a nuestro alrededor. No nos interesa la vida de los demás. Si vemos injusticias acachamos las orejas y seguimos nuestro rumbo como si nada pasara.

En este mundo de sociedades inmensas el individuo cada vez se siente más solo. Como última frase citaré a un abuelo que me cambio la vida en el autobús:

“Muchas gracias por el viaje mi niño. De vez en cuando es agradable poder hablar con alguien, en este mundo a los viejos no nos tienen en cuenta.”


Por ello solo os aconsejo algo, conversar con todo aquel que podáis por que posiblemente tenga una vivencia que contaros.

3 comentarios:

Uno más dijo...

Pero que grande que eres. Son las 6.6 de la mañana del sábado, y antes de ir al currele me pasao xpor tu blog por si había novedades... las hay
xD

un abrazo filosófico

Anónimo dijo...

...podría tirarme horas y horas escuchando...es la única manera de la que de verdad me doy cuenta que aprendo, y lo mejor de todo es que disfruto :)

Sigue escribiendo...sigue enseñándome ;)

QMiAlma dijo...

Demasiado tarde te encontre, pues veo que no sigues presente,aunq tus palabras siempre esten latentes.
Donde quiera que te halles, sé feliz.